20/01/2018
El 21 de diciembre se cumplió un nuevo aniversario de la inauguración de las primeras estaciones de carga de este combustible. A más de tres décadas de su llegada al país, conviene seguir apostando a su utilización.
Corría el año 1983 cuando la Secretaría de Energía de la Nación y la Asociación del Gas Argentino, decidieron impulsar la utilización del gas natural como combustible alternativo para la propulsión de automotores.
Fue así que se reglamentó el Plan de Sustitución de Combustibles Líquidos por Gas Natural Comprimido (GNC). Tras esa determinación, el 21 de diciembre de 1984, en Buenos Aires, se inauguraron las dos primeras estaciones de carga, una de Gas del Estado y otra con bandera YPF, que reabastecieron a 300 taxis.
A más de tres décadas de ese mojón histórico, hoy el GNC sigue siendo “El” combustible que beneficia no sólo al bolsillo de quienes lo eligen, sino también a la calidad del aire que todos respiramos, por la ausencia total de componentes orgánicos volátiles y tóxicos en el escape vehicular.
Pasó lo peor
Tras más de un año y medio de reveses comerciales e, incluso, cuestionamientos oficiales por parte del ministro Juan José Aranguren, las conversiones volvieron a encenderse.
Cifras oficiales difundidas por el Ente Nacional Regulador de Gas revelaron que las conversiones vehiculares a GNC treparon 30% en noviembre respecto al mismo mes del año anterior y 18% si se lo compara con octubre, alcanzando la cifra de 9.500 nuevos rodados, que ahora funcionan con gas. Esta recuperación paulatina del sector genera grandes expectativas.
Conveniencia
Un vehículo con GNC ahorra en pesos con referencia a la nafta más del 60%. Un metro cúbico de GNC equivale a 1,13 litros de nafta.
Un equipo para GNC de la más alta calidad vale $17.900 instalado con un tubo de 60 litros, autonomía equivalente a 15 litros de nafta.